La expresión corporal, es el idioma que utiliza nuestros músculos, tendones y huesos para comunicarse. Cualquier persona que comprenda el lenguaje podría decir mucho de la persona. Leer como en un libro.

La expresión corporal en la vida cotidiana

En el colegio se imparten clases de expresión corporal. Enseñan a utilizar el cuerpo para expresar sentimientos. Es un arte, como el ballet clásico, pero en éste artículo vamos a centrarnos en la vida diaria, cotidiana.

La forma de expresión corporal de una persona en el día a día es fiel reflejo de sus sentimientos.

Si estás deprimido, alegre, inseguro, eres tímido, o tienes algún dolor, se transmite en tu expresión corporal.

Un observador podría diagnosticar con probabilidades altas de acierto las características de una persona con solo verla caminar.

Cómo funciona el cerebro

Es nuestro director general. Ordena y manda cómo debemos funcionar de forma autónoma para garantizar la supervivencia.

El sistema nervioso autónomo actúa de inmediato siendo reflejo de lo que nos acontece o sentimos.

El estado de alerta, de nerviosismo, tristeza, inseguridad, son señales que el cerebro capta y actúa en consecuencia.

Si somos conscientes podemos romper el circuito, y “engañar” a nuestro director de orquesta.

Que se puede hacer

Lo primero, adquirir consciencia. Observar nuestra postura natural ante el espejo. O pedirle a un amigo o entrenador postural que nos haga una fotografía o vídeo y analizarlo.

Al verlo, es probable que nos sorprenda;  algo encogidos, con los hombros hacia delante,… entonces es conveniente pensar qué nos lleva a no tener una buena posición.

Normalmente, los niños van derechos, y no es sino a partir de la adolescencia que empiezan a surgir problemas, debido a:

  • Un crecimiento rápido, donde en poco tiempo un niño aumenta de tal manera su tamaño que le acompleja, y para sentirse al nivel con sus amigos, se encoge.
  • El desarrollo del pecho en las niñas, para ocultarlo adquieren mala posición de espalda y hombros.
  • La timidez, los problemas de inseguridad y de relación con los demás.
  • Etc

A medida que va pasando el tiempo, si esto no se corrige, se va cronificando. Además empiezan a intervenir más factores:

  • Excesivo uso del ordenador.
  • Mala postura al estudiar, trabajar.
  • Sentimientos de inseguridad.

La espalda llega a deformarse por los años de mala postura y falta de tono muscular.

Pasemos a la acción

  1. Tomar consciencia de nuestra posición en el mundo que nos rodea. La práctica del Mindfulness es de gran ayuda. Marisol Kassem es nuestra experta. Acude a ella.
  2. Hacer ejercicio haciendo hincapié en la postura. Rosa Gomez Rodríguez, fisioterapeuta de Healthing nos recomienda:
  • Utilizando una pared, intentar que haya contacto máximo de toda la espalda, cuello y cabeza con ella. En caso de que no se pueda, alejar un poco los pies de la pared, y si todavía no lo conseguimos, hacer un poco de flexión de las rodillas. Empezar por tres series de 10 segundos, hasta que no suponga demasiado esfuerzo. Ir aumentando el tiempo.
  • Estiramiento del gato: a cuatro patas, encoger y estirar la espalda al máximo. Hacer tres repeticiones.

Tenemos que «engañar» a nuestro cerebro, a ésa sensación de inseguridad, de miedo  que perjudica nuestra postura y nos hace emanar una imagen de vulnerabilidad.

Al igual que cuando estamos tristes, obligarnos a sonreír acaba por confundir a nuestro verdadero estado anímico y salir del estado de tristeza, podemos hacerlo con nuestra postura corporal.

¿Quieres encontrar trabajo? ¿Gustarle a una chica/o? ¿Te importa quedar bien en una reunión de trabajo? Pues es importante que tu expresión corporal te acompañe.

Ahora, que tenemos este momento peculiar de encerramiento en nuestros hogares, es una ocasión para practicar. Camina por el pasillo, hombros relajados, la barbilla algo hacia el pecho, la coronilla queriendo subir al cielo, la mirada tranquila, dejando los brazos acompañar el paso con ritmo.

Siente poco a poco el progreso a medida que practicas.

Es muy fácil volver a lo de antes, por lo que es importante estar muy alerta y no dejar de practicar.

Al sentarte, también mantén la espalda erguida, los hombros bajos, la cabeza encima del corazón, la respiración serena.

No lo vas a conseguir a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera.

Pero con constancia, cambiarás la forma de presentarte a los demás, y de paso, evitarás lesiones en la columna.