
Quién no ha tenido un antojo, irrefrenable, incontrolable, que consigue que pierdas el control de tus movimientos y acabes en el súper forrándote a helados…
Luchando contra los antojos
La relación que tenemos con nosotros mismos es a menudo bélica. El cuerpo quiere una cosa, nuestra cabeza, otra. Y ¿Quién gana?
En realidad, no debería ocurrir tal disputa, porque el cuerpo es el mejor socio de la cabeza, por lo que el uno debería hacerse más amigo del otro y dejar las guerras para cuando sean verdaderamente inevitables.
¿Por qué aparecen esos impulsos irrefrenables de correr hacia la heladería? En vez de luchar, a lo mejor podríamos buscar otra estrategia.
No vamos a descubrir nada que no hayamos repetido hasta la saciedad, pero quizá en éste nuevo encuadre se abra una ventana de esperanza para muchos.
La nueva forma de comprender, y negociar con los antojos es intentando comprender por qué los tenemos, que nos está queriendo decir nuestro cuerpo, y buscar una estrategia para no envenenarnos con comida basura y tranquilizar los ataques de ansiedad que nos vienen encima.
¿Por qué motivos tenemos antojos?
El mundo de las ansiedades es inmenso, pero vamos a intentar alguna de las causas más frecuentes:
- La falta de cosas esenciales, como una relación de pareja satisfactoria, un ejercicio físico inapropiado tanto por exceso como por defecto, el aburrimiento, el estrés, la falta de motivación en el trabajo, … todas éstas razones nos pueden llevar a atacar la nevera para intentar rellenar un vacío a base de llenar el estómago.
- La deshidratación. A veces, el cuerpo nos confunde, mandándonos un impulso de que necesitamos comida, cuando en realidad lo que nos está pidiendo es agua. Esto es frecuente sobre todo en personas a partir de cierta edad.
- Desequilibrio en la energía de la alimentación que tomamos. Si tomas demasiados alimentos ying, expansivos, puedes necesitar más yang, concentrados.
- Añoranza de lo que comíamos en nuestra infancia. La comida de nuestra madre, ese pan con chocolate para merendar, nos devuelve la emoción que sentíamos cuando éramos niños y nos hace sentir felices. La alimentación emocional juega un papel fundamental en nuestra vida.
- Falta de nutrientes. Cuando consumimos demasiada comida vacía de vitaminas y minerales, podemos sufrir la necesidad de seguir comiendo, porque nuestro organismo tiene la necesidad de encontrar los elementos nutritivos esenciales para su buen funcionamiento. Entonces, seguimos comiendo burguers o pizzas que nos llevan a estar obesos, pero desnutridos.
- El sistema hormonal también tiene algo que decir, sobre todo las mujeres embarazadas, o en la menstruación, o en la menopausia, es frecuente que los antojos irrefrenables tengan papel protagonista.
Nuestro punto de vista ante los antojos
Utiliza estos mensajes de tu cuerpo no para pelearte con ellos, sino como hilo conductor para conseguir una mejor salud y un mayor conocimiento de tu organismo y mente.
La alimentación no es solo una dieta. No es tampoco solo bienestar emocional y descanso, ni ejercicio.
El bienestar es un equilibrio de fuerzas. No es disimular una carencia con una extrapolación hacia otra fuerza. No es barrer y dejar el polvo debajo de la alfombra.
Es escuchar. Hacer cambios pequeños, pero sostenibles, que nos lleven hacia un camino algo diferente; es subir peldaños poco a poco, dejando que nuestro cuerpo se tranquilice, se acostumbre, y responda a nuestra nueva rutina.
Es como cuando una madre tiene que averiguar por qué llora el bebé. Este no puede decir que le pasa, solo llora. La madre va descartando posibilidades, estará el pañal seco, tendrá sueño, será su hora de comer…
Entonces conoce mejor a su hijo, y soluciona de raíz el causante del lloro del bebé. No hacen falta palabras, solo paciencia y atención.
No luchemos contra los mensajes del cuerpo. Intentemos escucharlos, y negociar. Si nos pide dulce, veamos por qué, pero no ignoremos lo que nos dice si de verdad queremos de una vez por todas solucionar lo que nos quiere hacer comprender.
Estrategia, negociación, comprensión, y no forzarnos a llevar dietas frustrantes que no llevan a nada bueno.
Como el que decide no desayunar, tomar un café a medio día, una gran ensalada a la hora de comer, y luego cena como si no hubiera un mañana. Eso no es equilibrado, no es razonable. Nadie quiere hacer eso.
El cuerpo está hecho para sobrevivir, y aunque lo maltratemos, hará todo para adaptarse a nuestros nuevos caprichos.
Pero eso no es lo que debemos hacer con nuestro socio.